La
acumulación de CO2 en la atmósfera, como consecuencia de la
combustión del carbón, el gas natural y los derivados del petróleo, ejerce una
gran influencia sobre el clima de la Tierra, junto con otros gases, como el
vapor de agua, el metano, CH4, y los óxidos de nitrógeno, todos
ellos llamados gases de invernadero.
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El
efecto invernadero consiste en el
aumento de la temperatura de la superficie terrestre como consecuencia de la
creciente acumulación de los citados gases en la atmósfera.
Para
comprender este efecto hay que tener en cuenta que alrededor del 30% de la
energía que el Sol envía a la Tierra es reflejado por las nubes y por la
superficie terrestre; el 70% restante es absorbido. Esta energía es emitida
después por la atmósfera y por la superficie de la Tierra en forma de
radiaciones, cuya mayor parte es aprisionada por las nubes y por los gases de
invernadero y devuelta a la Tierra. El resultado es que la superficie de
nuestro planeta se calienta.
Las
consecuencias pueden llegar a ser muy serias: la disminución de la producción
agraria y la elevación del nivel del mar debido a la fusión del hielo en los
casquetes polares y en otras zonas, lo que podría llegar a provocar la
inundación de extensas zonas costeras.